
Hace unos años atrás, unos amigos me preguntaron:
- Oye, ¿qué quieres para tu cumpleaños?
- No pues, denme una sorpresa.
- No, no, dinos qué quieres, porque así es más fácil...
- No, mejor que me den una sorpresa po...
- Dinos po... Y yo, como para dejarlos tranquilos, dije: "Un perro...", pero pude haber dicho un auto, un computador, un Playstation 4, pero no po... un perro... como el huevón que fuma... jeje.
A la semana siguiente nos juntamos en un bar y veo una caja de cartón que se movía. Me dije a mí mismo: "No puede ser un perro...". Voy, la abro y: ¡Un perro! Un cachorrito de un mes, haciéndome chantaje emocional. Con sus ojos me decía: "No me dejarás tirado, ¿cierto?", y yo: "Será po... me lo quedo, mal que mal, fui yo el huevón que dijo perro".
Total, que salí del bar con un perrito a cuestas. ¿Pero que hacía yo con un perro? Pasé una librería, de esas que están abiertas toda la noche, y compré un libro titulado: "Cómo adiestrar a su perro en sólo 3.500 capítulos". Lo compré considerando que era la versión resumida del libro original, que tenía sólo 3501 capítulos. Así que lo compré en 12 cómodas cuotas de 3.499 pesos, sin interés.... sin ningún interés en querer pagarlas.
Capítulo 1: "Cómo hacer que el perro no orine en casa" Precisamente coincidía con lo primero que queríamos saber en casa, sobre todo mi madre. Descubrimos que hay varios métodos para lograr el mismo objetivo, pero el más efectivo era el más cruel. Consiste en agarrar un diario, enrollarlo, untarlo en la orina y pegarle al perro.
A mí cuando chico no me hubiese hecho ninguna gracia que mi papá, en vez de llevarme al baño o cambiarme los pañales, me hubiese agarrado a cachetadas con la mano llena de pichí. Pero bueno, como no me quedaba otra alternativa y mi madre me presionaba, le pegaba en la cabeza con el diario al perrito. ¿Pero con cuál diario? ¿Le pego con La Segunda, o sea, en la pura tarde? O para que aprenda luego, le pego con el Icarito. Pero ni el uno ni el otro. Le pegué con Las Últimas Noticias, que más que oler a pichí, huele a mierda...
En fin. Capítulo 2. El perro tiene que aprender cuatro órdenes básicas en la vida de todo perro, las que son: "ven aquí", "siéntate", "dame la pata" y "échate"... pero en inglés. ¿Por qué?, porque así sólo te hace caso a ti y no le entiende a nadie más. Pensé: "Muy bien... muy bien pensado, porque hoy en día en que el mundo está tan globalizado y el inglés es prácticamente el idioma universal, lo encontré súper a dog..."
Así entonces "ven aquí" es "can", que significa perro en inglés... luego está "siéntate", "sit"; "la pata", "the... the pat"; y "échate" que es "flor", que no sé qué mierda tiene que ver, pero es así. La primera orden es fácil, dejas al perro aquí y uno se coloca como a cuatro metros: "¡Eh!... ¡can!" Ajaja (risita). Claro, el perrito es un cachorro y yo le salgo con idiomas... bueno, a la decimacuarta vez que le dije "can", lo agarré del pecho, lo arrastré por el suelo y vino sin ningún problema... el hueveo vino cuando le pedía que se sentara, que me diera la pata y que se echara sin darle una galleta después, porque el librito decía: "no se le ocurra a usted darle galletas. No. El perro tiene que hacerlo porque sí, porque es su naturaleza de ser... perro". Si claro, y uno cree que los perros son huevones.
El asunto es que con paciencia, el perrito fue asimilando estos conceptos, incluso algunos más difíciles que no venían en el librito, como: "no te subas a la mesa cuando toda la familia está cenando", y otro que le tocó aprender con la experiencia que fue: "si tu dueño llega a casa a las siete de la mañana curao, tú no meas hasta las cinco de la tarde".
Así no más pues. Tengo un perro y lo quiero mucho, porque el roce diario hace el cariño, pero igual no le saco ninguna utilidad... en realidad sólo una: con el tiempo nos dimos cuenta en casa, que un perro sirve básicamente para terminar los rollos de fotos. Tienes un rollo y le quedan dos fotos. "Chucha, tengo que terminar el rollo"... "¡sácale una foto al perro, hueón oh!".
Tengo un perro y quizás a estas alturas se pregunten: "Mierda, ¿pero por qué lo aceptaste?"... aparte de haberlo aceptado para no hacerle un desaire a mis super amigos, no lo sé. Pero me queda muy clara una cosa. Si un día yo me hago famoso por robar bancos y violar monjas, el perro me seguirá recibiendo igual de contento, meneando la cola, cada vez que llego a casa.