"El Nuevo"

¡Puta que se pasa mal cuando uno es el nuevo! Sobre todo en el trabajo. Al principio siempre queremos quedar bien con todos. Uno se vuelve muy generoso y no paramos de andar ofreciendo cositas:
- ¿Quieren unos dulcecitos de menta?
O cuando vamos a la máquina:
- ¿Alguien quiere café?... y quieren todos. ¡Hueón! A ver como los llevamos. Nos terminamos pegando como quince viajes a la máquinita cargando vasitos de plástico y quemándonos los dedos. Al final quedamos con quemaduras en tercer grado en las yemas. Pero está bien. Uno es nuevo y todavía no hemos cobrado el primer sueldo... pero ya en el primer día hemos gastado como 1.500 pesos por hacernos los lindos... y en cafés.
Uno tiene tantas ganas de caerle bien a todos que nos reímos de todo. Sea lo que sea que te digan:
- Esta es la fotocopiadora, funciona cuando quiere...
- Je, je, je...
- Este es Pepito, ten cuidado con él que es del Colo...
- Je, je, je...
- Ahí se sienta Martínez, no ha venido porque su abuela murió atropellada hace cinco días...
- je, je, je...
Y es que cuando uno es nuevo, continuamente mete la pata y eso nos hace sentir inseguros. Cada vez que se acerca alguien, uno se pega a la pared como diciendo: "Sé que molesto, pero me esfuerzo... algún día formaré parte de este grupo". Y de pronto, en una reunión, nos arrinconamos tanto que sin querer apagamos las luces con la espalda, pero como uno es nuevo, no se da cuenta:
- ¡Mierda! Apagaron las luces.
Y todo el mundo protesta:
- ¿Quién fue?
- ¡Apuesto que fue el hueón nuevo!
Siendo el nuevo (porque cuando uno es nuevo nadie conoce nuestros nombres, sólo eres "el Nuevo") nos damos cuenta de lo poco que valemos, como cuando llaman por teléfono y alguien dice:
- ¿Díaz-Festivo? Aquí no trabaja ningún Díaz-Festivo.
Pero uno asoma la cabeza tímidamente y dice:
- Soy yo.
Y el otro se da vuelta y dice:
- ¡Oigan, el nuevo se llama Díaz-Festivo!
Y los demás se cagan de la risa:
- ¿Díaz-Festivo? ¡Ándate pa la casa entonces po, no te tocaba trabajar hoy!
Pero para sentirse más humillado, la que llama es nuestra santa madre. ¿Y quién más podría llamarnos si somos "el nuevo" po?
- ¿Aló?... bien... aquí, super a gusto... muy acogedor... no, todavía no he firmado... ¡cuando me llamen pues!... sí, sopita... con jamoncito... ya, chao y no me llames más para acá...
Otra cosa que uno hace mucho al ser nuevo es saludar. Has saludado tantas veces a las personas que trabajan contigo que es lógico que uno se confunda. De pronto ves a alguien y uno le mueve las cejas, él se acerca:
- Dime.
- Hola, soy Díaz-Festivo... no te había visto en toda la mañana... ¿trabajas acá?
- Sí, soy el gerente general.
- Ah... felicitaciones... ¿quiere un dulcecito de menta?
Cuando uno es nuevo, como no se tiene un puesto ni escritorio ni nada, uno se siente como un mueble, pero de los que estorban.
- ¿Qué hago?
- Mira... hay que hacer el balance, pero de eso me encargo yo, porque ya tengo bien avanzado el cuento.
- ¿Entonces qué hago?
- Podrías archivar esta documentación... pero no sabes cómo hacerlo.
- Bueno, entonces... ¿qué hago?
- Lo que sea pues... como si no hubiera trabajo que hacer.
Como uno quiere aparentar que está ocupado, nos ponemos a hacer el puzzle del diario:
- ¡Mierda! Ojalá que Pepito no se entere que le hicimos el puzzle que él hace todos los días.
Y es que en una oficina hay una serie de normas que uno no controla: que a Pepito hay que guardarle el puzzle, que no se puede fumar al lado de Claudio, que al gerente general no le gustan los dulces de menta, que Ana y Enrique desaparecen todos los días como a la 1 porque tienen un affair. Por cierto, cuando van saliendo, uno por querer hacer amigos, les dice:
- ¿Van a tomar algo? Me voy con ustedes.
En fin. Haga lo que uno haga, siempre metemos la pata.
Al final, como en todas partes nos sentimos incómodos, nos vamos al baño, porque es el único lugar donde parece que no estorbamos. Y allí nos quedamos tranquilitos, lejos del estrés. -son cuatro paredes, pero que permiten desahogarnos mucho y ahí nos quedamos un buen rato. Además, tiene agua potable, luz, calefacción. Incluso terminamos comiéndonos la colación sabrosamente ahí. Le tomamos un cariño tremendo al inodoro, nos hacemos amigos de él, porque es el único que no se mete con nosotros...
Menos mal que nadie es "nuevo" eternamente. Un día llegará a la oficina otro que pasará a ser "el Nuevo"... y entonces votaremos a favor de comprar el microondas...